Qué hay que ver antes que Machu Picchu

Una gran variedad de destinos turísticos en todo el territorio peruano permite diseñar viajes para todos los gustos.

Planificar un viaje a Perú es como dejar a un niño suelto en una juguetería. Hay tanto que escoger que resulta difícil decidirse. Cualquiera diría que sí, que hay que ir sin falta a Machu Picchu. Y tendrá razón.

Es un lugar extraordinario, único en el mundo, que deja una honda impresión, una huella imborrable en la memoria y las sensaciones.

Pero, como decía una persona que acaba de volver de un amplio (y primer) viaje por el país, hay que dejarlo como Grand finale. Antes se puede optar por algunas de las excursiones que irán preparando ese momento con impresiones que ya valdrían la pena el viaje. Los que hayan visto hace unos días las etapas finales del París- Dakar, que terminó este año en la capital peruana, habrán podido observar los paisajes de suaves dunas de arena en la costa del Pacífico.

Lima, adonde suelen llegar los viajeros, es una urbe con unos nueve millones de habitantes algo enloquecida y llena de contrastes —con mucho que ver, por otra parte— y está más o menos al centro de los más de 3.000 kilómetros de costa.

Al sur se encuentra Nazca, donde se pueden sobrevolar las famosas líneas y dibujos sobre la arena de animales y otras figuras, algunas del tamaño de un estadio de fútbol.

Se calcula que fueron realizadas hace unos 1.500 años y solo se aprecian bien desde el aire. Es un misterio cómo pudieron trazarlas sin esa perspectiva. No muy lejos está la reserva nacional de Paracas, con agradables hoteles de playa y avistamiento de lobos marinos, pingüinos de Humboldt, delfines, flamencos y otras aves.

Una de las rutas que más visitantes están atrayendo en los últimos años es la que parte de Lima hacia el norte, casi hasta la frontera con Ecuador. Se trata de la Ruta Moche, un viaje arqueológico, donde se desarrollaron importantes culturas anteriores a la de los incas en lo que hoy son los departamentos de Lambayeque, La Libertad, Piura y Ancash. Si el descubrimiento de la tumba de El Señor de Sipán se considera tan significativo como el de Tutankamón, es indispensable pasar por el Museo de las Tumbas Reales en Lambayeque y apreciar los tesoros y joyas que se encontraron.

Otras de las paradas pasan por las Huacas (santuarios) de la Luna y del Sol (La Libertad) con edificios piramidales de coloridos e impactantes bajorrelieves y, desde luego, por Chan Chan, una ciudad de adobe sobre el desierto que bien podrían firmar algunos de los arquitectos estrella de nuestros días. A los aficionados al surf les interesará saber que muy cerca de allí, en Chicama, se puede correr la ola izquierda más larga del mundo.

Y ver a los pescadores que surcan las olas en sus ancestrales caballitos de totora, como se hace desde hace siglos.

Si le ha picado el virus de la arqueología, será interesante visitar Caral, la ciudad más antigua de América y declarada patrimonio universal por la Unesco; está a unos 200 kilómetros al norte de Lima.

Se calcula que tiene cerca de 5.000 años de antigüedad, lo que la hace contemporánea de las de Egipto y Mesopotamia. La selva amazónica es un mundo aparte. La ciudad más importante es Iquitos, al borde del río Amazonas, que es como un mar.

Lo ideal para un primer contacto es un crucero y alojarse en alguno de los albergues a los que solo se accede en barca. Un paseo, con guía, hacia el interior de la selva es una experiencia que rompe los esquemas.

Es para ellos como caminar a través de una especie de supermercado donde cada planta, árbol y hasta los insectos o animales proveen de medicinas y alimentos y todo tipo de productos para la

subsistencia. Los urbanitas somos allí los incivilizados. A los amantes de la naturaleza tal vez les interese visitar la reserva de la biosfera del Manu, en Puerto Maldonado (departamento de Madre de Dios). Un ecosistema inalterado en miles de años en el que hay más de 1.000 variedades de aves y 200 de mamíferos, por no mencionar la flora, con cerca de 3.000 especies, un 10% no investigadas por la ciencia.

La imponente cordillera de los Andes divide el país a todo lo largo, entre la costa y el territorio amazónico, que abarca casi la mitad de Perú. Quizá la ciudad que no debe perderse un viajante es Arequipa. Situada al suroeste de la capital, al pie del volcán Misti, guarda gran parte del encanto de sus construcciones coloniales, principalmente sus ricos conventos y viejas casonas.

En el cañón del Colca, un paisaje profundo y sobrecogedor, se puede ver planear a los cóndores, sostenidos en el aire por sus alas de tres metros de envergadura.

¿Nos aproximamos ya a Machu Picchu? Está cerca, sería lo más conveniente. La ciudad de Cuzco fue la capital del imperio de los incas. El poderío se deja sentir aún en las bases de sus edificios, coronados por construcciones coloniales que hablan por sí solas de  la historia de la conquista. Todavía resulta impresionante ver la exactitud con la que los enormes bloques de piedra encajan unos con otros. Es una ciudad en la que se respira la historia. En sus alrededores hay también importantes restos de edificaciones que no deben dejarse de lado.

El patrimonio colonial es también importante, una muestra del poder de la Iglesia y de la economía de la época. Es conveniente aclimatarse a la altura en Cuzco al menos un día o dos, antes de emprender la recta final a la ciudadela perdida de Machu Picchu. Se llega en tren. Hay quienes se bajan en Aguas Calientes y hacen el Camino del Inca, una aventura en contacto con la naturaleza, de cierta dificultad.

Hace cien años que se descubrieron oficialmente los restos de esta ciudad engastada en uno de los paisajes más sobrecogedores que se puedan imaginar. Son muchos los misterios que la rodean, tantos como sus atractivos.