“Fue escalofriante, estaba oscuro, ella tenía un balazo en la cara y la señora murió en mis brazos. No logro olvidar su rostro”, dice Enrique Hernández, taxista en Iguala y sobreviviente al ataque contra el autobús de los normalistas de Ayotzinapa la noche del 26 de septiembre pasado, día en el que fallecieron seis personas y desaparecieron 43 jóvenes normalistas.
